Trabajando y Jugando

Lanean eta Jolasean.José Ramón Urtasun

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jueves, 20 de diciembre de 2007

BERTSOLARI

Publicado por Patxi Goñi

BERTSOLARI
El versolari es un timonel que anuncia el rumbo sin necesidad de mapas, es un profeta que grita “tierra” cuando la tripulación todavía se debate en medio del océano. Las palabras que improvisa son como una lección aprendida, un discurso de sabio, un bando sin errores. En los periodos en que se queman o destruyen los documentos, los hombres despiertan al versolari para que recupere el mensaje escrito y lo repita entero antes de que se extravíe del todo. Entonces él se frota los ojos después del sueño, afina la voz para que suene limpia. Los que le escuchan saben que en cada poema hay un sentimiento compartido, una emoción segura. Piensan que lo que no diga o se calle será una protesta sin porvenir.

La Estatua de los Fueros, semienterrada en el desierto de las Bardenas, nos remite a una época de esplendor, a un tiempo en que aquélla estuvo erguida y reinó entre nosotros con la Ley en la mano. La imagen de su cabeza asomándose en la arena es suficiente para sugerirnos lo que hubo, es eficaz a la hora de enseñarnos que en siglos no tan remotos nos gobernó una mujer gigante, una princesa que redactaba la norma con su propia letra y que cumplió después con lo que había escrito.
Pero también es cierto que los hombres podemos soñar lo que fuimos, recoger los restos de una piedra y construir con ellos una civilización de ciudades. Nuestra imaginación no sólo trabaja hacia el futuro, mira hacia atrás y puebla el pasado de sucesos, lo desea hermoso como una leyenda. Es posible que en la noche del pintor se hayan mezclado los colores con las batallas, el polvo con el agua, y de su trazo salga una historia completa en la que ya no sea necesario creer para que exista.
En el páramo de tierra erosionada es fácil ver un ejército de enemigos, un encuentro brutal de caballos, una columna atravesando los montes. El artista cede la palabra al versolari para que nos cuente por dónde se marcharon los que vinieron, qué hicieron los que se quedaron, cómo se recuerda a los que ya no están. Entonces el poeta eleva los ojos hacia las colinas y recita de memoria la canción de una pérdida, de cualquier día triste que hayamos vivido.

KORRIKA

Publicado por Patxi Goñi

KORRIKA

La carrera de atletas por una lengua difícil tiene que ser un momento festivo, una ocasión alegre. Es verdad que el que la encabeza lo hace portando una bandera, pero se trata de un símbolo de paz. El primer corredor empuña un estandarte que es una antorcha viva, el fuego benigno con el que saludan siempre los que compiten. De este modo se abre paso de privilegio entre la multitud, anuncia un esfuerzo de leguas, el resplandor como cuerno que retumba en el paisaje.

En esta tierra hay un relevo de hombres y mujeres dispuestos a salvar la palabra caminando, hay un equipo de entusiastas con el dorsal de ganador y el pulso de un corazón poderoso. Vienen subiendo las colinas, atravesando los valles, naciendo de un manantial. Les han visto avanzar de noche, vadear los ríos que bajan, soportar el equipaje de los que ya no pueden. Durante el día son un puñado de puntos de color, cuando oscurece forman un corro alrededor de la hoguera.

El idioma que hablan es el que usaban nuestros mayores, será un mensaje para poder entendernos. Con él pediremos lo que nos falta y ofreceremos lo que nos sobra, sonará como una canción de sílabas diferentes. Su saludo nos parecerá antiguo porque arrastrará la carga de muchos días, pero por su andar y sus gestos sabremos que ya están aquí.

La korrika es un chorro caudaloso de sangre, un torrente limpio que ocupa solo su lecho y que deja los caminos llenos de luz. Bajo la mirada última del tótem, los mensajeros se acercan por las brechas abiertas y hacen un sitio a la palabra. La roca está esculpida con ojos de gigante para protegernos, es un trozo de montaña en erupción. Desde la altura a la que sólo sube el artista, los hombres que corren son una línea difusa en el horizonte, un batallón de soldados que no trae la guerra.

Cuando pasen el desfiladero y salgan a la llanura, nosotros formaremos una guardia de honor, se oirán voces de bienvenida. Puede que nos encontremos con ellos al otro lado del río, o en medio del puente sobre el Arga, o pisando las piedras de las orillas. Entonces la cadena humana habrá cubierto el territorio y su idioma será una ofrenda para el diálogo.

KORRIKALARI

Publicado por Patxi Goñi


KORRIKALARI
De la gesta de un mensajero griego nació el maratón, su recorrido se convirtió en modalidad para una olimpiada. Siglos más tarde, los que combatían se acostumbraron a transmitir las órdenes haciendo cientos de kilómetros dentro de las trincheras. La tierra excavada se extendía a lo largo del frente, surgió una forma de vida a dos metros de profundidad y hubo emisarios corriendo leguas con una antorcha en la mano. Dicen que la guerra terminaba primero en una zona de aquellas galerías y que la noticia no llegaba a los demás hasta muchos días después.

El andarín de cada pueblo se entrenaba en origen para no desfallecer caminando, para no ser presa de bandoleros, y para alcanzar la meta con el mismo documento con el que empezó.

El coraje era moneda más valiosa que el tiempo, se supo de algunos que habían sido devorados por una manada de lobos en derrota. Sin embargo, los años pusieron urgencia en las empresas de los hombres, ya no bastaba con entregar la misiva. Se fijaron recompensas para premiar al atleta que fuese capaz de atravesar el territorio más rápido que otros, que redujese su cometido a un puñado de horas de soledad.

Ahora el esfuerzo del que corre es un dolor mucho más profundo que el del que anda y se extravía, hay quien lo compara con el desgarro de un preso torturado. Su boca es un cráter de llagas, sus pulmones no soportan el aire, su mirada no se interesa por ningún objeto. Hay deportistas de fondo que pisan la última raya y se desploman como un muñeco que no puede más. Hay corredores que se imaginan volviendo a la salida y que no aguantan la posibilidad de un sueño tan cruel.

A lo mejor es distinto el camino de vuelta, quizá el trayecto hasta casa sea una marcha sin prisas, una aventura feliz después de haber rematado la tarea. Es posible que una vez comunicado el armisticio, la firma de una paz entre bandos o la rendición de los que quedan, no haya motivos para apresurarse por un sendero que ya conocemos. Ese regreso será como haber abandonado la cárcel cumplida la condena, o como el primer viaje de un esclavo después de la abolición.

SEGALARI

Publicado por Patxi Goñi

SEGALARI
A estas alturas ya nadie cree en los territorios vírgenes, el hombre del campo ha dejado de ser una criatura inocente. Ha quedado atrás el tiempo en que miraba hacia el monte como a una cordillera que podía aislarle de lo perverso, como un límite natural que soportaba las embestidas de cualquier invasor. Han transcurrido los años y las ideas han cruzado el desfiladero, llegan sin más obstáculo que la propia moral. Lo que fue una práctica dudosa se ha convertido en actividad de cada día, ni los más viejos recuerdan cómo se vivía en el pasado.

La hierba continúa segándose con la herramienta de siempre, una talla para cortar y competir, una hoja afilada que va librando a la tierra de todo lo que le sobra. La forma de agarrar el útil sigue siendo la de antes, un esfuerzo de las dos manos que permita acertar con el tajo a la primera.

El cuerpo debe inclinarse lo justo flexionando las piernas, la fuerza debe descargarse hacia delante para que el golpe sea una puñalada mortal. Entonces los tallos se habrán separado del suelo y el terreno será un páramo fértil esperando la próxima cosecha.

Desde que se mezcló el pienso con restos animales, hay vacas con cabeza de oso, plantas carnívoras devorando niños despistados, y mujeres que parecen culebras de junco. El cementerio se ha vuelto pequeño para tantas muertes extrañas, ya no es un jardín de cipreses. El campesino se resigna al nuevo reino creado, sabe que no es el paraíso de las escrituras. Trabaja con una máscara en la boca, un filtro de plástico para no respirar el aire de más.

Y lo peor no es la contaminación del entorno, ni las plagas diezmando el ganado, ni todos lo cadáveres recientes. Lo peor no es tener que segar una hectárea con el sudor de miles de acres, es más amargo haber ayudado al enemigo y sentirse culpable de tanta miseria.

MAIORAZKOA

Publicado por Patxi Goñi

MAIORAZKOA
En el valle del Baztán el padre necesita tiempo para rematar la herencia, podría conversar con el hijo eternamente. En las colinas que rodean la iglesia de Ciga hay escenas que tienen lugar cada primavera, que ocurren una y otra vez, que nadie desea de otro modo. Es ley foral que la casa y el campo pasen al primogénito como un chorro de sangre que recibe entero, como una idea que se preserva intacta. La tradición se repite en este promontorio de montes cerrados y, sin embargo, el que firma un testamento necesita años para aceptar que se muere.

Por cada sucesión hay un afortunado que se queda, un desahucio para los que se van, y una mujer asistiendo al acto con su vida despojada brutalmente de incertidumbres. En su manera de planchar se adivinan las ganas de no oír, de no saber de qué se habla, de no escuchar siempre lo mismo.
Ella vuelca la cabeza sobre la ropa y querría convertirse en agua tibia deslizándose, poder marcharse con el vapor.

Mientras ellos siegan, o talan, o tallan, o afilan las puntas de sus armas, ellas conspiran por separado ocupándose de los enseres de los hombres. Y en la época de las ceremonias, en el momento de los traspasos, cada figura doméstica encorvada sobre una prenda está pensando en evadirse, está soñando con no volver. Hay un ojo de luz iluminando sus perversiones, un dios pequeño poniéndose de su parte y animándolas a escapar de la costumbre.

El mayorazgo fue estableciéndose con el tiempo, se hizo norma sin necesidad de que quedara escrito. Por él se corona a un rey con el primer vástago que nace, y nace un siervo por cada hermano. Con el rito se hereda el misterio de una entrega de bienes sin palabras, de un diálogo entre parientes donde sólo hacen falta los gestos. El hijo podrá seguir con sus tareas, empuñar la guadaña en presencia del padre. Y cuando la ocasión haya llegado, a éste le bastará una mirada diferente, una expresión que será la señal pactada para ceder. Pero también es posible que un día las cosas dejen de ocurrir así y las mujeres se rebelen de pronto como criaturas salvajes.

HARRI BELTZA

Publicado por Patxi Goñi

HARRI BELTZA
Los tiempos han cambiado y los que sobrevivieron al naufragio del estrecho ya llevan años entre nosotros. La amistad ha unido a hombres diferentes, granjeros y tratantes de ganado que descubrieron una comunidad de intereses y una cercanía de espíritu cuando empezaron a compartir el mismo lugar. El forastero aprendió una lengua nueva y el que ya estaba supo que había una forma eficaz de animar a los bueyes acariciándoles el lomo con la mano tendida. Entendió que el animal de tiro podía responder a la voz susurrada sin que le azuzasen con la madera de los viejos pastores.

Aunque se cubran la cabeza con colores distintos, Kexeta y Manu son parientes desde que el primero murió sin hijos y comprendió que su estirpe debía continuar en el segundo como un árbol de ramas inquietas. En su modo de respetar a las bestias y de arrastrar la piedra oscura, Kexeta vio el parentesco en el amigo y pensó que no encontraría un heredero más cercano. Quizá por eso hay un parecido en los relieves, una hermandad en los trazos que adornan el fez del desierto y la superficie del túmulo que sobresale. El día en que el baserritarra se fundió con la tierra formando un único polvo, quedaron al aire muchos huesos antiguos y resultó que eran antepasados de Manu.

Ahora que se desmoronan los símbolos de pureza, el roble de nuestros padres ha dejado de ser un tronco cargado de nostalgias para convertirse en un árbol más con toda la felicidad de las cosas comunes. Volverá a florecer en un mundo mestizo y en primavera le saldrán hojas nuevas, no una armadura contra invasores, sino un follaje de esplendor. Y los que busquen sombra debajo de él, entenderán que una planta erguida hacia la luz no puede ser nunca un canto a lo que nos diferencia, será una cabaña habitada donde querremos encontrarnos como niños.

Cada vez que Manu tire de la roca negra más deprisa que nadie, se acordará de su ancestro Kexeta, del paisano que le reveló el sentido de las palabras. Le dedicará el triunfo con los bueyes y respetará un minuto en cada victoria rezando un salmo frente a su tumba. Esta tierra no se parecerá a la de hace cien años, ni a la de los tiempos en que los hombres azotaban a las reses con una vara de abedul, pero seguirá siendo un lugar amable para pasar la eternidad.

ARANZADI

Publicado por Patxi Goñi

ARANZADI
En la construcción de las ciudades se han encontrado restos arqueológicos entre los cascotes, indicios de una civilización anterior a la nuestra. Se sabe que donde ahora hay una plaza porticada hubo en tiempos un jardín de muertos, unos baños para los que vivían, o un anfiteatro de comediantes. Cualquiera entiende que, por mucho que borremos su último rastro, el espíritu de los hombres antiguos seguirá presente en las obras nuevas y será como un hechizo eterno que hará imposible la prosperidad.

La Historia es un ángel alado que sale de los escombros con un libro y un reloj de arena, que vuelve a contar los días cada vez que perdemos la memoria. Hay veces en que aprendemos que un conjunto de piedras conserva el valor de hace un millón de años, lo respetamos mientras dura el recuerdo. Entonces ocurre que tenemos miedo de nuestra propia voracidad y, sabiendo que volveremos a olvidar, ponemos una valla y un centurión para salvar a la reliquia de nosotros mismos.

El que compite levantando cubos de mármol piensa que la plaza en obras puede ser el mejor escenario para demostrar al pueblo lo que pesa una piedra. Una roca de granito es tan insoportable como un edificio que se derriba, o que cien troncos recién talados, o que una montaña convertida en alud. Él espera que cada centrímetro ganado con la mole a cuestas sea un gesto de emoción entre la gente, lágrimas de mujer notando el mismo destino. Él confía en que su dolor al verle cargando se transforme en un sentimiento piadoso hacia lo que carga, en un amor nuevo por todo ese mundo de minerales.

Y en la actitud del gran competidor hay un deseo oculto de estar izando pesos hasta que se escuche su protesta. Quiere quedarse junto al quiosco, más allá de los árboles o delante de las casas enganaladas, quiere practicar una huelga de brazos levantados. Cree que con su palabra torpe no conseguiría expresar lo que lleva, así que pone todo el empeño en esa labor de animal. Continuará cuando se haya marchado el último, cuando haya anochecido en los paseos, cuando la ciudad sea un bosque para los hombres. A esa hora él seguirá evocando el pasado y pidiendo silencio por los difuntos.

HAU JAUNGOIKOA DA

Publicado por Patxi Goñi

Dios fue cantero de piedras antes de hacerse inmortal. Aprendió a cargar la roca con la espalda doblada y una flexión del cuerpo que no está al alcance de los que mueren. De esa manera tan audaz, pudo levantar el peso de la tierra y llevarlo a hombros como una pluma para nosotros. Dios hizo un cubo pesado con nuestras miserias y se lo subió a la altura de la garganta, hasta ese listón donde un forzudo deja de ser humano y se convierte en Bestia para siempre.

Hoy sabemos que el hombre se esfuerza en beneficio de otros, ya no sujeta paredes para superarse. La Naturaleza sigue ofreciéndole material, pero él ha decidido tomarlo para construir palacios que no son suyos, y ermitas que no visita, y torreones a los que no puede acceder. Monta el granito como su padre amontonó el mármol de Egipto, es un esclavo de pirámides nuevas. Y cuando el templo esté acabado y haya una tumba para el poderoso, sus cenizas de siervo serán puro polvo a la intemperie.

No nos queda más remedio que aprender de Dios, así que los más sublimes de entre nosotros se hacen maestros del mineral, se vuelven su imagen y semejanza. En muchos pueblos de las montañas crecen muchachos de valor que se adentran en la brecha del monte y sacan tesoros en forma de roca. Emplean el tiempo en tallarla y limarla de salientes, transforman la piedra en escultura. Sin embargo, ésta no va a ser una belleza apagada, ni un homenaje en reposo, ni un peso para adornar. Será un objeto vivo todos los días, un niño duro que el padre subirá a sus brazos para mecerlo hasta que se duerma.

Dominar una piedra salvaje es lo mismo que soportar la carga de todo lo que somos. En una comunidad de hombres justos, cada uno entrega al cantero su resto de dolor, su cuota de sufrimiento, su porción de criatura miserable. Entonces aquél sabrá elaborar un hatillo con lo que haya, una bola gigante de infinitos jirones. Cogerá el aire que le falte y levantará la inmensidad como un trofeo.

TXAPELDUN

Publicado por Patxi Goñi

TXAPELDUN

La tradición puede convertir al hombre en un competidor vuelto de espaldas, en una criatura insensible. La costumbre de alardear con pesos inútiles hace que se olvide de lo esencial, le lleva a creerse poderoso por trasladar de un lugar a otro cualquier bloque sin contenido. En la alegría que sucede a la hazaña es posible descuidar los modales, no recordar que primero está la tarea y después el juego, perder de vista el origen de lo que más tarde se ha hecho contienda.

A la voz de prest el musculoso levanta las pesas que fueron cántaros de leche, las asas le hacen un surco más entre las líneas de la mano. Su cara permanece oculta en alguna parte, le abruma un poco la vergüenza de transportar moldes macizos.

A veces, practicando la disciplina de sus mayores, siente que está entregándose a un exceso innecesario, a una fiesta sin devoción. Le gustaría que dentro de la txinga hubiese por lo menos agua, un alimento urgente o un líquido que no pudiese esperar. Sabe que lo que cuenta son los kilos trasegados y, sin embargo, él preferiría que fuesen un tesoro atravesando una ruta difícil o un puñado de plata para un niño adorable.

En los ratos de descanso entre partidas, el atleta de brazos hinchados quiere buscar una explicación a todo esto. Piensa que si el juego tuvo alguna vez un principio, debe de llegarle también un final. Cree que algo que ha sido celebración puede volverse rutina, regresar a su condición antigua de trabajo. Él ha visto mujeres de piel oscura que soportan cargas de hombre, que ni siquiera se preocupan de anunciar lo que llevan. Cree que a ellas se les escaparía la risa contemplando el derroche de sus compañeros, si no fuese por que antes ya les ha salido un gesto de dolor.

En un paisaje que se ha secado del todo, en un fondo de cactus sin fruto, la vida es ahora un esfuerzo permanente, un devenir milagroso que no deja espacio para lo superfluo. Hay gente que ha venido del sur, seres tropicales que se juntan en lugares pequeños y que ya no van a marcharse. El levantador de txingas aprende a vivir con lo nuevo y, mirando por última vez hacia su público, renuncia para siempre a las ceremonias sin sentido.

MAIORAZKOA

Publicado por Patxi Goñi

En el valle del Baztán el padre necesita tiempo para rematar la herencia, podría conversar con el hijo eternamente. En las colinas que rodean la iglesia de Ciga hay escenas que tienen lugar cada primavera, que ocurren una y otra vez, que nadie desea de otro modo. Es ley foral que la casa y el campo pasen al primogénito como un chorro de sangre que recibe entero, como una idea que se preserva intacta. La tradición se repite en este promontorio de montes cerrados y, sin embargo, el que firma un testamento necesita años para aceptar que se muere.

Por cada sucesión hay un afortunado que se queda, un desahucio para los que se van, y una mujer asistiendo al acto con su vida despojada brutalmente de incertidumbres. En su manera de planchar se adivinan las ganas de no oír, de no saber de qué se habla, de no escuchar siempre lo mismo.
Ella vuelca la cabeza sobre la ropa y querría convertirse en agua tibia deslizándose, poder marcharse con el vapor.

SEGALARI

Publicado por Patxi Goñi


A estas alturas ya nadie cree en los territorios vírgenes, el hombre del campo ha dejado de ser una criatura inocente. Ha quedado atrás el tiempo en que miraba hacia el monte como a una cordillera que podía aislarle de lo perverso, como un límite natural que soportaba las embestidas de cualquier invasor. Han transcurrido los años y las ideas han cruzado el desfiladero, llegan sin más obstáculo que la propia moral. Lo que fue una práctica dudosa se ha convertido en actividad de cada día, ni los más viejos recuerdan cómo se vivía en el pasado.

La hierba continúa segándose con la herramienta de siempre, una talla para cortar y competir, una hoja afilada que va librando a la tierra de todo lo que le sobra. La forma de agarrar el útil sigue siendo la de antes, un esfuerzo de las dos manos que permita acertar con el tajo a la primera.

El cuerpo debe inclinarse lo justo flexionando las piernas, la fuerza debe descargarse hacia delante para que el golpe sea una puñalada mortal. Entonces los tallos se habrán separado del suelo y el terreno será un páramo fértil esperando la próxima cosecha.

KORRIKALARI

Publicado por Patxi Goñi

KORRIKALARI

De la gesta de un mensajero griego nació el maratón, su recorrido se convirtió en modalidad para una olimpiada. Siglos más tarde, los que combatían se acostumbraron a transmitir las órdenes haciendo cientos de kilómetros dentro de las trincheras. La tierra excavada se extendía a lo largo del frente, surgió una forma de vida a dos metros de profundidad y hubo emisarios corriendo leguas con una antorcha en la mano. Dicen que la guerra terminaba primero en una zona de aquellas galerías y que la noticia no llegaba a los demás hasta muchos días después.

El andarín de cada pueblo se entrenaba en origen para no desfallecer caminando, para no ser presa de bandoleros, y para alcanzar la meta con el mismo documento con el que empezó.

Publicado por Patxi Goñi

KORRIKA

La carrera de atletas por una lengua difícil tiene que ser un momento festivo, una ocasión alegre. Es verdad que el que la encabeza lo hace portando una bandera, pero se trata de un símbolo de paz. El primer corredor empuña un estandarte que es una antorcha viva, el fuego benigno con el que saludan siempre los que compiten. De este modo se abre paso de privilegio entre la multitud, anuncia un esfuerzo de leguas, el resplandor como cuerno que retumba en el paisaje.

En esta tierra hay un relevo de hombres y mujeres dispuestos a salvar la palabra caminando, hay un equipo de entusiastas con el dorsal de ganador y el pulso de un corazón poderoso. Vienen subiendo las colinas, atravesando los valles, naciendo de un manantial. Les han visto avanzar de noche, vadear los ríos que bajan, soportar el equipaje de los que ya no pueden. Durante el día son un puñado de puntos de color, cuando oscurece forman un corro alrededor de la hoguera.

Publicado por Patxi Goñi


BERTSOLARI


El versolari es un timonel que anuncia el rumbo sin necesidad de mapas, es un profeta que grita “tierra” cuando la tripulación todavía se debate en medio del océano. Las palabras que improvisa son como una lección aprendida, un discurso de sabio, un bando sin errores. En los periodos en que se queman o destruyen los documentos, los hombres despiertan al versolari para que recupere el mensaje escrito y lo repita entero antes de que se extravíe del todo. Entonces él se frota los ojos después del sueño, afina la voz para que suene limpia. Los que le escuchan saben que en cada poema hay un sentimiento compartido, una emoción segura. Piensan que lo que no diga o se calle será una protesta sin porvenir.

La Estatua de los Fueros, semienterrada en el desierto de las Bardenas, nos remite a una época de esplendor, a un tiempo en que aquélla estuvo erguida y reinó entre nosotros con la Ley en la mano. La imagen de su cabeza asomándose en la arena es suficiente para sugerirnos lo que hubo, es eficaz a la hora de enseñarnos que en siglos no tan remotos nos gobernó una mujer gigante, una princesa que redactaba la norma con su propia letra y que cumplió después con lo que había escrito.